Debería, por una vez en mi vida, esperar la felicidad; o al menos aceptar que se encuentra en cualquier lugar rondando o diluyéndose. También creer en ella, como se cree en Dios.
La felicidad tan insospechada, renuente; indiferente para con ella. Jamás me interesó. Mi vida la dividía en el gasto diario de subsistir, en la mal perdurada agonía de la rutina insatisfecha y las cosas de un mundo impositivo. Hoy, mejor dicho hace poco, descubrieron en mí cierta certidumbre, mis ojos creen que pertenecen a algún género perdido de la esperanza, si ésta la tiene, claro. No veo nada diferente en mi vida de la tuya. Tú tienes premisas que resolver, recoger un momento y guardarlo para recordar, pero todos recuerdan; por supuesto pero yo…De qué sirve recordar si ya todo está pasado, de qué sirve parecer esperanzador o tener un color distinto en la mirada, cuando la felicidad que todos buscan yo no la pretendo.
Es cierto, aunque en mi identificación dice tal nombre, Virnaul como apellido, no soy quien está suplantado en aquella fotografía. Alguno argüiría de mí un furibundo amante de la indiferencia, un camusiano o uno de aquellos tipos derruidos por alucinógenos o la debilidad mental, carente de conciencia y falto de remordimientos. Puedo ser la suma de ellos. Para mí las adiciones sustanciales o insignificantes no bastan. Mi forma y mi ser se trasponen a cualquier aparejo existencial comparado conmigo. Soy más y menos que aquellos irresolutos o antisociales, alejado de las modas filosóficas, de la poco original racionalidad humana.
Un asesinato no es nada, importante veo genocidios, mi propia muerte, hecatombes nucleares o guerras de baja intensidad. A mi lo que haga cualquiera me tiene sin cuidado. Si me dieran a elegir, sería quien presione la tecla, el botón del fin, y me daría igual. Oh, pero la felicidad jamás.
Felicidad que hay en las flores; felicidad de horas, días, años que dura en las madres. Felicidad en el mar, de quien vive de él, de quien quiere morir en él. En los mercenarios, en los bosques, en los recién casados, en las nubes, en mis ojos…No.
Si la espero, sería como esperar que alguna vez algo me satisfaga, y sé que no existe, además mi felicidad es de otro tipo, sabe a agua.
La buscan, la poseen, la derrochan. Me pregunto, si acaso algún día la encontrara, podría diferenciar si ella viene tipificada o clasificada, por que estoy seguro, que una, la única no es para todos, si no se divide como mitosis, muta a cada individuo y su respectiva situación.
Si así fuera; mi felicidad consistiría, después de tanto haber mutado, en no se feliz.
La felicidad tan insospechada, renuente; indiferente para con ella. Jamás me interesó. Mi vida la dividía en el gasto diario de subsistir, en la mal perdurada agonía de la rutina insatisfecha y las cosas de un mundo impositivo. Hoy, mejor dicho hace poco, descubrieron en mí cierta certidumbre, mis ojos creen que pertenecen a algún género perdido de la esperanza, si ésta la tiene, claro. No veo nada diferente en mi vida de la tuya. Tú tienes premisas que resolver, recoger un momento y guardarlo para recordar, pero todos recuerdan; por supuesto pero yo…De qué sirve recordar si ya todo está pasado, de qué sirve parecer esperanzador o tener un color distinto en la mirada, cuando la felicidad que todos buscan yo no la pretendo.
Es cierto, aunque en mi identificación dice tal nombre, Virnaul como apellido, no soy quien está suplantado en aquella fotografía. Alguno argüiría de mí un furibundo amante de la indiferencia, un camusiano o uno de aquellos tipos derruidos por alucinógenos o la debilidad mental, carente de conciencia y falto de remordimientos. Puedo ser la suma de ellos. Para mí las adiciones sustanciales o insignificantes no bastan. Mi forma y mi ser se trasponen a cualquier aparejo existencial comparado conmigo. Soy más y menos que aquellos irresolutos o antisociales, alejado de las modas filosóficas, de la poco original racionalidad humana.
Un asesinato no es nada, importante veo genocidios, mi propia muerte, hecatombes nucleares o guerras de baja intensidad. A mi lo que haga cualquiera me tiene sin cuidado. Si me dieran a elegir, sería quien presione la tecla, el botón del fin, y me daría igual. Oh, pero la felicidad jamás.
Felicidad que hay en las flores; felicidad de horas, días, años que dura en las madres. Felicidad en el mar, de quien vive de él, de quien quiere morir en él. En los mercenarios, en los bosques, en los recién casados, en las nubes, en mis ojos…No.
Si la espero, sería como esperar que alguna vez algo me satisfaga, y sé que no existe, además mi felicidad es de otro tipo, sabe a agua.
La buscan, la poseen, la derrochan. Me pregunto, si acaso algún día la encontrara, podría diferenciar si ella viene tipificada o clasificada, por que estoy seguro, que una, la única no es para todos, si no se divide como mitosis, muta a cada individuo y su respectiva situación.
Si así fuera; mi felicidad consistiría, después de tanto haber mutado, en no se feliz.